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Los eucaliptos y el anillo de alpaca
Mariano Abrevaya Dios*

Rodrigo tira la colilla del cigarro al pasto, se agacha, abre el cierre de la carpa, mete la cabeza, individualiza a la hermana y la llama por el nombre:
- ¡María!
La hermana menor de Rodrigo no contesta, pero Ana, su mejor amiga, que hasta recién dormía en posición fetal contra una de las paredes de nylon de la carpa, pega un salto y se sienta. Rodrigo le dice que lo deje solo con su hermana y la chica se saca la bolsa de dormir de encima, se arrodilla y gatea hasta la puerta de la carpa. Lo esquiva a Rodrigo, agarra las zapatillas que están tiradas a un costado de la carpa y mientras se las pone, haciendo equilibro en la pierna que apoya sobre la tierra, le busca la mirada a su amiga. Rodrigo se mete en la carpa y se sienta sobre la bolsa de dormir de Ana.
- Te fuiste al carajo ayer, pendeja, no podés ser tan puta.
Maria está panza arriba y con la vista puesta en el techo de la carpa. Tiene los ojos hinchados, llenos de venitas rojas y violetas alrededor de las pupilas y un mechón de pelo rubio le tapa el lado derecho de la cara. Con la mano, por debajo de la bolsa de dormir, hace girar sobre su dedo índice el anillo de alpaca que su mamá le regaló para sus catorce años.
- Me hacés quedar como un forro – Rodrigo casi no pestañea y tiene la boca seca -, yo te invité a la fiesta de Diego con la condición de que no hagas bardo, que no te mandes ninguna cagada. Era lo que habíamos quedado, ¿no?
María sigue muda. Parece una momia dentro de la bolsa color pastel.
- Está bien que te emborraches, que te fumes un porro, mirá lo que te digo, hasta te podés tomar un papel si querés: pero cogerte al pelotudo de Joaquín es como demasiado.
- No me lo estaba cogiendo.
- ¿Ah, no?
- No. Estábamos transando, nada más - explica ella.
- ¿Transando? Parecían perros en celo. Cuando vino el Colo a decirme que te habían visto atrás de la pileta me la vi venir –María no saca la mirada del techo y la opaca luz del sol que atraviese el nylon del techo le aclara aún más el verde musgo de sus ojos. Hace girar el anillo para un lado, y después para el otro.
Rodrigo le pega un manotazo al techo de la carpa:
- Sos una puta, nena.
Maria saca los brazos de la bolsa, apoya los codos sobre el suelo, mira por primera vez a su hermano, y le grita:
- ¡¿No te das cuenta de que ya estoy grande y que no sos mi papá?!
Del lado de afuera del iglú, en el jardín de la quinta de los padres de Diego, en Moreno, el viento agita las ramas de los álamos y eucaliptos. Son las dos de la tarde del domingo y hace algunas horas terminó la fiesta de cumpleaños del dueño de casa. Pan de paty y hamburguesas mordidas por la mitad, vasos de plástico, de vidrio, paquetes de cigarrillos, latas y botellas de cualquier tipo y color cubren el pasto, el frente y el interior de la casa. Algunos se tiraron una carpita en el jardín y otros duermen en cualquier parte, fusilados por la borrachera.
Rodrigo y otros cuatro amigos nunca se fueron a dormir. Desde que se hizo de día están en la pieza de Diego, encerrados, tomando falopa de una bolsa que compraron especialmente para esa noche y que todavía, a esa hora, no pueden terminar.
Alguien le pega un grito desde la casa, Rodrigo asoma medio cuerpo de la carpa y grita que lo esperen, que ahora no puede. Vuelve a entrar y se tira boca arriba sobre la bolsa de dormir de Ana. Mete la mano en uno de los bolsillos del jean, saca un paquete de cigarrillos y un encendedor zippo color plata, liso, sin tallados. Se sienta. Del atado de cigarrillos saca un porro gordo y artesanal. En una mano el faso, en la otra el fuego. Hace girar el porro sobre la llama del encendedor como si fuese una aguja con la que estuviese por sacarse una espina. Con la nariz saborea el hilo de humo que sube en dirección al techo. Se lleva el porro a la boca y le pega una pitada larga, profunda. Expulsa una nube de humo blanca que se condensa dentro del iglú.
- ¿No podés fumar afuera? Recién me despierto.
- Escucháme una cosa, pendeja. Si te llego a enganchar de nuevo tratando de cogerte a un amigo mío, te rompo la boca, y de verdad te lo digo – a Rodrigo se le marcan las venas del cuello-. No soy tu papá, es verdad, pero como ese conchudo se tomó el palo hace tres años y mamá está más loca que una cabra el que tiene la obligación de ponerte los puntos soy yo.
- Alguna vez me vas a tener que dejar tranquila – dice ella, y se da vuelta, dándole la espalda. Acurrucada contra la pared de la carpa, se saca el anillo del dedo y lo mantiene aferrado dentro de la palma de la mano.
- Date vuelta, María – le ordena el hermano con el porro en la boca, zarandeándole la cintura de muñeca.
- ¡Para nene! ¿No ves que me estás lastimando?
Rodrigo la vuelve a sacudir hasta que logra que la hermana se ponga de nuevo boca arriba.
- ¿Qué le hiciste a Joaquín? – dice ella con los ojos inyectados en sangre. Y en seguida tose una, dos veces, por la nube dulce y espesa del porro.
- Lo cagué bien a trompadas.
- Sos una mierda – retruca, y se lleva las manos a la cara.
- Si el salame ese tuviese códigos no hubiese pasado nada –justifica el hermano, y se recuesta sobre la bolsa de dormir.
Desde la casa se escucha: “Dejála a tu hermana tranquila, loco, no seas guardabosque”. Rodrigo le pega otra pitada al porro. Contiene el humo dentro de los pulmones pero le agarra un ataque de tos y el humo sale disparado en todas direcciones.
Se sienta, tose como un animal.
Cuando se recompone, busca la mirada de María y le dice:
- ¿Como te bancás acá adentro?
- ¿Qué tiene? –ella mira de nuevo el techo de la carpa. Se volvió a meter el anillo en el índice y lo hace girar para un lado y para el otro.
- Que hace un calor insoportable –Rodrigo limpia el aire con movimientos de brazos-. Me voy. ¿Querés fumar o lo apago? –y le ofrece el faso.
- Apagálo.
Rodrigo asoma el cuerpo por la puerta de la carpa, apaga el porro contra el pasto, lo guarda en el paquete de cigarrillos, vuelve a meter la cabeza y vuelve a la carga:
- María, que no me entere que andas con algún amigo mío.
- ¿A qué hora nos volvemos a casa?
- No sé, a la noche. Salí de esta carpa de mierda que es una sopa. Tiráte a la pileta, anda a caminar… no sé. A la mañana te perdiste una neblina impresionante.

María baja el cierre de su bolsa, se la saca de encima y gatea hasta la puerta. Asoma la cabeza. Tiene que cerrar por unos segundos los ojos para acostumbrar la vista a la luz del día. Un viento fresco con olor a eucaliptos invade la carpa y se mezcla con el olor a porro. Mira para un costado y la ve a Ana sentada sobre un tronco caído, con los codos sobre las rodillas, la cara sobre las manos en dirección al sol, los ojos cerrados. María le chista. Ana abre los ojos y ve que su amiga le hace gestos para que se acerque. Ana agarra su mochila y camina hasta la carpa. Se agacha, se descalza y entra. De rodillas, se dan un abrazo. En cuanto María apoya el mentón sobre el hombro de su amiga, se pone a llorar.
Después de unos minutos, María se desprende de su amiga y refregándose los ojos, todavía entre sollozos, dice:
- ¿Vamos a dar una vuelta?
- Si – acepta Ana, con toda la cara colorada y húmeda por el contacto con su amiga-, te va a venir bien un poco de aire.
Salen de la carpa. María se sienta en el pasto y se pone las zapatillas. Ana se recoge el pelo y se lo ata con una gomita. Maria se pone de pie y dice:
- Esperáme en el alambrado que ahora te alcanzo.
- ¿A dónde vas?
- Me agarraron ganas de fumar. Le voy a pedir un porro a mi hermano.
- ¿Te parece?
- Si, y después nos preparamos algo rico para comer.

*Autor
Mariano lleva el apellido de sus dos padres: Ricardo Dios y Gustavo Abrevaya, en ese orden cronológico. Nació en septiembre de 1971 y tiene un nene de seis años: Santino. Hace prensa para organizaciones políticas kirchneristas y escribe narrativa hace unos cinco años. Asistió un par de años al taller de Sandra Russo y está terminando la carrera de narrativa en Casa de Letras. Fue editor de los 2 números de una revista de corte social llamada Generac10n, cubre como cronista shows de rock y reggae para la radio Pelagatos, publica en el blog colectivo www.lamaquiladora.blogspot.com y junto a su hermano Ricardo administra el sitio www.hermanos-dios.blogspot.com.