La muerte de la polilla y otros ensayos
Gerónimo Sebastián Unibaso *


de Virginia Woolf
(La Bestia Equilátera, 2012)

Virginia evita los lugares comunes, la seguridad. Vivió a caballo entre los siglos, de 1882 a 1941. En palabras de Borges su obra “está cargada de delicados hechos físicos”. Al leerla sentimos la inquietud que la mantiene siempre expectante, atenta a lo que pasa a su lado. Podemos pensar que su extrema sensibilidad la llevaba a lindar la locura –estado que en la vida de Virginia era llamado borderline. Citando a Stan Lee: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”; la locura que la ayudó a escribir esa obra única, eventualmente la llevó a colocarse su abrigo, llenar los bolsillos con piedras y lanzarse al río cerca de su casa. Con este pensamiento colocaríamos sin querer la imagen de Virginia dentro del marco de esa fragilidad femenina enaltecida por la época victoriana, imagen con la cual ella rivalizó en toda su obra; y no hay que ignorar que tanto ella como su hermana fueron niñas abusadas sexualmente hasta entrada la adolescencia por parte de sus medios hermanos, lo que -según estudios realizados tras su muerte- provocó sus crisis y posteriores períodos depresivos.

Los veintiséis ensayos que conforman este volumen dan testimonio de sus pasiones. Seleccionados por su esposo Leonard, luego de su muerte.La mayoría de los textos habían sido publicados en periódicos, y revisados por Virginia varias veces, aunque hay un par de excepciones “que fueron escritos a mano por ella, como de costumbre, y luego pasados a máquina sin mucho cuidado”. Uno de estos escritos es el que da título al libro, en donde relata como el ver agonizar un insecto la obliga abandonar el lápiz para envolverse en reflexiones sobre el poder de la muerte sobre la vida; esa lucha desigual que se sabe perdida de antemano. “Quizás sea por eso que cuando la vida oscila y retumba, tenemos la sensación de un altar de servicio, de sacrificio, ante el cual, antes de salir, nos arrodillamos” dice en otra parte.
¿Cómo debe dar esta pelea el ser humano? En sus lecturas de Madame de Sévigné, de Horace Walpole, de William Cole va encontrando respuestas: son los lazos fraternales lo que da sentido a lo que en conjunto ella denomina “El arte humano” y en lo que deposita las esperanzas de salvación de la civilización occidental: “cualquiera sea la ruina que arrase el mapa de Europa en los años venideros, es un consuelo pensar que todavía habrá personas capaces de quedar absortas ante el mapa de un rostro humano”. Los ensayos “Merodeo callejero”, “La anciana señora Grey”, o “Tres pinturas”, son una muestra de cómo aplicaba este arte. Como dice una poeta que conozco: “fraternizar te cura”. Virginia resalta la importancia para Walpole de “la bendición de su pequeño público” y como no pensar en lo importante para Virginia que fue la bendición de esos amigos que quedarían en la historia bajo el nombre del “Círculo de Bloomsbury”, entre los que se encontraba el propio Leonard, con quien comprarían una imprenta y fundarían la editorial Hogarth Press, que publicaría entre otros a la propia Virginia, a Katherine Mansfield, a T. S. Eliot, a Sigmund Freud. Como dice Virginia: “la única manera de leer cartas es así, como con un estereoscopio. Horace es, en parte, Cole; Cole es, en parte, Horace; la cocinera de Walpole es, en parte, Cole; por consiguiente Horace Walpole es, en parte, la hermana de la cocinera de Cole”. Nunca, nadie está solo.
El texto más largo está dedicado a Henry James. Es particular el recorte que ella realiza de su obra: recupera un relato que describe los horrores de la guerra publicado en 1914, el último volumen de sus memorias y sus cartas. Esa selección rescata la figura del James público por sobre el novelista, como si quisiera decirnos que el artista no debe estar distante del ciudadano, que son la misma persona: el compromiso público es imperioso. No cree en el arte por el arte. En “Gajes del oficio” sentencia: “las palabras no son útiles”. La escritura es un lugar de conflicto: “¿Cómo podemos combinar las palabras viejas en órdenes nuevos para que puedan sobrevivir, para que puedan crear belleza, para que puedan decir la verdad?” se pregunta quien en vida fue considerada “el primer novelista de Inglaterra”. Dejándonos el siguiente consejo en “Carta a una joven poeta”:“encontrar la relación correcta entre ese yo que conoce y el mundo de afuera”.

El lugar de la mujer en la sociedad fue una de sus grandes preocupaciones. En “Profesiones para mujeres” retoma lo dicho en su libro “Una habitación propia”, y agrega: si bien el lugar físico es necesario, una vez conseguido es forzoso tomar consciencia del sitio que se le ha confinado a la mujer. “¿Qué es ser mujer?” es la pregunta se hace y le hace a todas las mujeres. ¿Cuál es el lugar de la mujer hoy? ¿Ha cambiado algo desde la época de Virginia? Marge Simpson al ver remodelada su cocina, exclama: “cuando Virginia Woolf dijo que todas las mujeres necesitaban una habitación propia, seguramente se estaba refiriendo a una cocina como esta”. Entendemos la ironía en la frase: ¿pero cómo entender hoy que una popular marca de cervezas contraponga como habitación de los sueños un cuarto heladera lleno de cervezas para los hombres a un vestidor repleto de zapatos para las mujeres?
*Autor
Gerónimo Sebastián Unibaso (San Carlos de Bariloche, 1977) Reside en Bahía Blanca desde niño. Participó en las antologías Bahía Blanca, la ciudad letrada del IMFC, Gruñendo de Hemisferio Derecho Ediciones y Más vale cinco volando de Ediciones De la calle. En 2010 publicó Escalones (poesía). Junto con Lorena Curruhinca editan “Esto no es una revista literaria”, dirigen la editorial “Colectivo Semilla” y organizan la Feria de Editoriales Autogestionadas de Bahía Blanca. Lleva adelante el blog http: espacioreal.blogspot.com